-Bleach: Final Judgement-
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 Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ)

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Ken Shiba
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Ken Shiba


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Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ) Empty
MensajeTema: Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ)   Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ) EmptyLun Nov 15, 2010 7:44 am

Scary Bleach

Una solitaria carretera nocturna, en medio de un paraje árido con pocas señales de tránsito que apenas señalan los kilómetros faltantes de los destinos más próximos. No hay carros que la concurran, a excepción de un vehículo de carga pesada. Una caravana que transporta a siete personajes, rumbo a un destino que cambie por completo sus vidas… bueno, tal vez solo les cambie las siguientes horas, sus vidas ya han cambiado demasiado como para que quieran más.

El cuervo que los vigila desde los aires lanza un graznido al cielo.

Hoy es la noche del miedo, de los muertos vivientes, de los terribles fantasmas, de las brujas desquiciadas… y todo ser feote que quiera apuntarse en la lista.

Es HALLOWEEN.

.-.-.-.

El reproductor MP3 integrado sonaba a un volumen medio alto, esta vez ponía una de sus rolas preferidas: el cover que Fall Out Boy le había hecho a una canción llamada Beat it, que era del tipo que se había muerto, si, ese al que llamaban el rey del Pop o algo por el estilo. Como sea. La idea era despegarse un poco del mundo de allá atrás y concentrarse un poco en la pesada carretera que ya en horas de la noche era más difícil de seguir, esa era la excusa que se decía para ignorar a la panda de locos que invadían su sala de estar.

Ajustó el retrovisor para mirar a la ventana de la puerta, por si ocurría algo a sus espaldas. Sus ojos cansados aparecieron en el espejo, diciéndole que venía siendo hora de levantarse del asiento y dejárselo todo al piloto automático, e hizo caso. Presionó el botón y se incorporó estirando los brazos. Ah, cuantas horas había estado en ese asiento, y cuantas horas los había dejado solos… que miedo, pensó, e inmediatamente cruzó la puerta de la cabina del piloto para ir a la sala.

Trishe alzó una ceja cruzando los brazos, tenía al frente a su mueble ocupado por más gente de la que en realidad estaba capacitado para llevar, amuñuñados se sentaban: Kokoa en un extremo, Saevior a su lado, y Ken que era apretujado por la obesidad de Jabú, el negro novato que se acababa de unir al grupo(¿?) si así podían llamarse. Agradeció ver que al menos Kumiko y Zabatu se conformaban con el suelo tapizado, pero una venita palpitó cuando se dio cuenta de que sus cojines estaban siendo utilizados cerca de las bolsas de botanas y frituras.

Encendió la luz con un toque del interruptor, esperando que con ese gesto el grupo reparara en ella, pero nada pasó, se quedaron prendados de la pantalla del TV, haciendo comentarios sobre la película que rodaba el DVD.

—Sigo sin entender como cadáveres en estado de descomposición pueden moverse —opinó Ken acariciando su mentón igual que un crítico—y esa necesidad de consumir la carne viva, ¿por qué no prueban comer algo normal?

—Es la gracia de los muertos vivientes, Ken, que se muevan y se coman a la gente —le respondió Kumiko con fastidio, ya era la séptima pregunta estúpida que hacía sobre la película.

—Concuerdo con Ken, yo tampoco comprendo porqué entes físicos pueden moverse sin sus almas ni como pueden saber que deben alimentarse de carne humana, ni porqué lo hacen —coincidió Saevior dando su punto de vista objetivo, cosa que fastidió más a Kumiko y a Zabatu que estaban más concentrados en la trama.

—Están haciendo que la parte del desmembramiento pierda su encanto —se quejó el mellizo de forma infantil.

—Te doy la razón Zabatu, así que cállense la jeta —les retó Kumiko.

Kokoa estaba durmiendo en el hombro de Saevior, por lo que no podía ni quejarse ni mojar los pantalones como pasaba con Jabú, que estaba tan derretido de miedo como un helado en día de verano, se tapaba los ojos cada dos por tres durante la escena gore y temblaba igual que una niña miedosa en el cine con su primera película de terror.

En la pantalla la protagonista rubia gritaba contra la pared y estaba a punto de ser atrapada por las manos de ese regresado de entre los muertos, y…

— ¡Buh! —soltó Trish al oído de Jabú.

— ¡¡BUAAAHH!! —aulló el gordo y saltó del mueble rodando por el suelo, Zabatu tuvo que esquivarlo para que cayera en medio de la pila de chucherías, muy cerca de la televisión. A todos se les hizo un nudo cuando el DVD estuvo a punto de caerse por eso.

—Anda, si de verdad te asustaste —dijo Trish con sorpresa mientras que Kumiko se echaba unas risas por la reacción del novato.

— ¡Tú! ¡Casi me matas de un infarto, Trish! —le señaló con el dedo mientras trataba de levantarse del montón de papas rotas regadas por el suelo y las frituras de queso.

—Pero si estás muerto idiota —rió la rubia cobriza sin creerse todavía que esa tontería había tenido tanto efecto en Jabú.

—Cierto, Jabú. Técnicamente no puedes morir, al menos no perdiendo cuerpo físico —comentó Ken con una sonrisa calma, inocentemente sonaba sarcástico en los oídos de Jabú.

—Pero si estabas temblando como nena —señaló Kumiko todavía con vestigios de risa en su voz.

— ¡Cállate! ¡No es cierto! —se defendió.

—Si te daba miedo la película no debiste sentarte a verla —objetó Saevior.

— ¡Qué no me daba miedo! —Chilló.

— ¿Y por qué tienes esa mancha de humedad en tu pantalón? —inocentemente Zabatu señaló con su dedo la parte donde había una mancha oscurecida en el borde de la entrepierna. Todos miraron a ese punto primero sorprendidos, y luego temiendo por lo que iba a pasar.

— Oh, oh —pronunció Kumiko—no debiste enfocar eso Zab.

— ¿Por qué?

—Porque tú hermana va a matarlo.

Tan dicho como hecho, apareció un Jabú fuera de combate en el suelo con un tremendo chichón en la cabeza que soltaba humo.

— ¡Ahora suéltame y déjame acabar con su vida!, ¡suéltame Ken! ¡Qué me suelteeeees! —bramaba una Trishe encolerizada que luchaba por zafarse del agarre de su ex capitán.

—No esta bien Trishe san, no debes dejar que un momento de rabia te controle —le decía con suavidad para tratar de calmarla—solo fue un accidente, a cualquiera le pudo pasar.

— ¡Yo solo quiero que no vuelva a pasar! ¡Todo se solucionará si le corto el…!

La mano de Zabatu censuró la palabra antes de que saliera de los labios de su hermana.

—No esta bien que digas esas cosas hermanaa~ —la regañó suavemente, ganándose una vista asesina de sus ojos azules.

Kumiko bostezó y se levantó del suelo con pereza ante el lío que se estaba formando.

—Ya que Jabú nos terminó de fastidiar la película —pateó al novato inconciente contra una pared sin mucha consideración— ¿por qué no jugamos al Resident Evil en la PS3?

—Yo quiero Castlevania~ —maulló Kokoa despertándose de un sueño dulce y sangriento (¿?)

—Yo pasoo~ —dijo Zabatu.

—Yo soy malo para esas consolas, todavía no sincronizo bien con los botones y palancas —añadió Saevior.

—Creo que sí jugaré contigo Kumiko san —se prestó Ken soltando a la rubia que tenía los humos más bajos—aunque todavía quería saber tanto de esos muertos vivientes.

Moraleja número uno: Nunca ver películas de terror con Ken Shiba. Preguntará hasta el porqué los de Saw tenían que pasar por esos juegos tan sádicos hasta las razones que tenía Chucky para asesinar a sus dueños.

.-.-.-.

Ese fue el décimo suspiro cansado de Trishe ese día. Por fin terminaba de fregar los trastes, y hace rato que había pasado la aspiradora al suelo limpiando las migas de las botanas, Kokoa, quien tuvo que desistir de jugar algo en la PS3 de la que Kumiko se había apoderado dictatorialmente o ver una película de vampiros dado que solo había una televisión en la casa rodante, se prestó a ayudarle. Saevior sin tener relativamente nada que hacer, fue a conducir el vehículo, el sistema de piloto automático consumía mucha batería y sería un gran fregado quedarse accidentados en medio de la nada, si aún faltaban kilómetros para llegar al pueblo más cercano.

Agradecía que al menos habían personas consideradas como ellos en el grupo, el resto, quitando a su hermano, eran una panda de flojos holgazanes que no tenían más mérito que el de dormir, comer y joder(¿?) recordarlo le provocaba dolor de cabeza.

¿Hace cuanto que estaban en esa situación?, quizás ya iban para el año o un poco menos, pero llevaban su buen tiempo. La convivencia todavía tenía sus puntos flancos, no tanto por los asuntos del pasado, sino porque todavía existía ese pequeño individualismo entre cada uno, o sectorización como lo veía Trish: Kokoa era la pareja de Saevior, Ken por lo general compartía con todos, pero a veces lo veía muy por su cuenta, Kumiko era el mismo caso, y no se les podía culpar a ambos dados los antecedentes, y como cosa normal, estaban ahora Zabatu y ella. Desde que su hermano se integró tenía más seguridad en ese nuevo entorno, ¿Se le olvidaba alguien?, ahm… el negro Jabú, el chico que de la nada apareció sin ser invocado como uno de ellos… y al que no les quedó más remedio que aceptar. Ken los había convencido, conmovido por su situación, al resto todavía les pesaba tener que soportar a alguien tan... ¿Sería muy hiriente llamarle inútil, latoso, arrogante sin necesidad y ahora la nueva, miedica?, quedaba muy claro que a la rubia no terminaba de agradarle, si apenas lo toleraba.

Cada uno con su historia, y cada uno con sus vidas.

Recordó cuando vino esa loca idea de hacer un negocio de “trabajos extraños”, donde pretendían aceptar toda clase de encargo siempre y cuando entrara en sus posibilidades y no afectara sus integridades(¿?), habían aceptado porque realmente los gastos se habían multiplicado con el aumento de personas allí. Tenía entendido que solo algunos trabajaban aparte de ella (aún no conseguía otro empleo para sustituir el de maid en ese café, en donde sin quererlo se había hecho popular), Saevior daba clases de kendo en un dojo local, Kumiko atendía en una tienda de videos, de allí que siempre tuvieran películas y videojuegos para la consola. El como Ken y Zabatu se las arreglaban para tener dinero en los bolsillos era un misterio, tal vez, como en su caso, tenían un trabajo vergonzoso del cual no querían que nadie se enterara. Bueno, para Trishe era tarde, desgraciadamente ya no era un secreto.

—Y es el mes que viene cuando el café abrirá de nuevo, hasta entonces tendré oportunidad de cambiar de empleo —le dijo a la pelirroja sirviéndole una taza de té verde, tras haber concluido las labores.

—No entiendo porqué quieres dejar ese empleo —parpadeó Kokoa bebiendo un sorbo de té— ¡si hasta te ves mona en traje de maid! —añadió como queriéndole dar ánimos.

—Lo dices porque tú me ayudaste un tiempo ahí, ¿te acuerdas?, la pasamos bien en ese entonces —rió sirviéndose té en otra taza.

—Me gustaría volve~r, con todos esos pasteles y los volados en la ropa~ —a Kokoa las mejillas se le tiñeron de ese peculiar color oscuro que ya no le parecía raro a Trishe, sino único de la pelirroja—pero se que a Saevior no le gustaría que estuviera sirviéndole a otros hombres en falda corta —suspiró decepcionada.

—Ahí está mi punto —atinó la rubia.

— ¿Eh?

—Yo no puedo volver porque sé que a cierta persona no le gustará nada cuando se entere de que trabajo en eso —susurró en tono confidencial—si tú tienes un marido celoso, yo tengo un hermano celoso que vale por lo mismo.

—Uh, pobre Tri-chan —lamentó Kokoa—si corro con suerte, para cuando regresemos a Japón estaré trabajando en un laboratorio de exámenes médicos.

— ¿Enserio?, ¿no tendrás…? bueno… ¿problemas con “eso”? —dijo preocupada.

—Para nada —rió sin darle importancia—siempre que esté remunerada todo andará bien —la sonrisa despreocupada de Kokoa alivió sus adentros.

De todas formas, aunque la convivencia no fuese perfecta, existía una especie de halo armónico en ese entorno que lo conformaban ellos. Existían muchos momentos que se crearon a partir de esa situación en la que, a fin de cuentas, nadie tenía la culpa. Esos momentos formaban parte de cada uno ahora, venían con cada broma, cada situación que podría llamarse “cotidiana”, cada instante donde albergara una sonrisa. Y Trishe, como posiblemente todos, apreciaba esos momentos. Muchos de esos estaban marcados en fotografías en la pizarra de corcho, donde solían colocarlas con tachuelas en las puntas. Trishe y Kokoa miraron en esa dirección, como si ambas pensaran en lo mismo: allí veían a un Ken tropezando en la nieve al intentar esquiar por primera vez, llevándose a un Saevior sorprendido de estar a punto de ver su cara en el suelo nevado. También en otra foto, veían a todo el grupo mirando hacia el mismo punto el día en que, por primera vez, todos se decidieron a usar el metro de Tokio (algo que para algunos fue traumático), y así muchas otras. Las dos ex shinigamis pensaron en lo mismo.

—No vendría mal poner todas esas fotos en un álbum —soltó Kokoa quitando la vista, se levantó para dejar las tazas en el lavaplatos y lavarlos.

—Para nada, sería fabuloso —secundó Trish con intenciones de ir a ayudar a Kokoa.

Cuando se levantó, cierta persona con alto nivel de sigilo se le abrazó cual niño pequeño por la espalda.

—Hermanaaaaa~, Kumiko no quiere soltar la PS3, dile que deje de jugar al Resident Evil 4 que la va a contaminaaaa~r —se quejó Zabatu poniendo la mejor de sus voces infantiles—vamos, así jugamos los dos Assassins Creed~

—Pero si la PS3 es de… —iba a decir pero cayó un momento para pensar—espera, si yo puse la mitad para comprar esa cosa… —Zabatu asintió apoyando—mm… creo que si podría…

—Ajá, ajá, pero ven~ —se la llevó arrastrando pese a las primeras protestas que incluían un “puedo caminar sola”.

Kokoa negó suavemente con la cabeza, si ella tenía a Saevior para preocuparse por su bienestar, Trish tenía a su hermano para quitarle pesos de encima, como el de velar por la caravana. Se ponía demasiado sensible a las presencias en lo que ahora era el hogar de la rubia, algo que a Kokoa le era raro, bautizar algo como “esa casa que se mueve” como un lugar para pasar allí toda la vida, o un punto al cual siempre regresar. Raro y curioso.

Le quitó importancia en el momento que terminó de lavar las tazas y secarlas para devolverlas a la alacena. Pasó cerca del refrigerador, con intenciones de preparar un bocadillo para Saevior que tomaba el turno de conducir, e imaginó que tendría hambre si no había cenado. Miró en la puerta la nota donde figuraba la dirección del envío que tenían que realizar, el motivo por el que ya no estaban en Japón sino en algún lugar de, erm… ¿Norteamérica había dicho Kumiko?, si, eso significaba E.E.U.U, vaya nombre más rarito, pensó. La ciudad a donde se dirigían era…? ¿Hollywood no era ese lugar donde viven los “humanos famosos”?, eso recordaba de los conocimientos que había recolectado del entorno social humano.

Bueno, qué importaba eso ahora, se dijo así misma sacando del refrigerador un montón de cosas e ingredientes al azar de los cuales apenas tenía conocimiento. Comenzó mirando con dudas lo que había esparcido en la mesa, y todo implicaba una cosa en lo que Kokoa era pésima: cocina. La palabra le arrancó un suspiro de derrota.

—Vamos… tiene que haber algo fácil de hacer aquí, mm… —comenzó a pensar. Miró los panes de sándwich, los frascos de jalea, las salsas, las tiras de tocino, observando todo y cada uno de ellos a Kokoa le empezaba a venir imágenes de platos que había visto hacer a Trishe, Kumiko, incluso al idiota de Jabú, así se fue divagando hasta los distintos programas de cocina que había visto al azar. Ya con eso empezaba a tener, ¿cómo se llamaba?, inspiración de chef.

Sonrió más confiada en si misma y comenzó por tomar los panes, cuando…

Se sintió observada.

La sensación fue inmediata, casi se podía decir que había visto un par de focos rojos en la ventana de la cocina antes de alzar la vista y encontrarse con la oscuridad de afuera. Kokoa parpadeó dos veces, no creía haber imaginado eso que vio, o sintió ver antes de incluso comprobarlo visualmente. Se concentró unos segundos en los que buscaba identificar las presencias cercanas a ella, solo sintió a las siete personas que viajaban en la casa móvil. Suspiró más despreocupada, se estaba haciendo la paranoica y eso no le gustaba nada. Lo bueno de ello (o tal vez, lo malo que vendría a ser después), fue que el color rojo le había dado una idea para los panes…

En menos de un minuto, Kokoa había terminado una obra de arte a base de jalea de fresa, salsa de tomate, y trozos de calabaza con motivos de Halloween.

Saevior echo un vistazo a su plato, agradecía a la costumbre de no exteriorizar sus emociones que no se notara el dolor en sus ojos. Lo que se tendría que comer si no quería ver lágrimas de desilusión en los ojos de su amada. No le quedó de otra que mentalizarse en el esfuerzo que estaba por hacer...

—Se ve apetitoso, querida —hizo un amago de sonreír—gracias por preocuparte por mi.

—Siempre lo hago y lo sabes —sonrió dulcemente dándole un corto beso en los labios—anda, ve y come mientras se lo dejas al piloto automático. Yo después me encargo de reponer la energía de la batería si se baja mucho. Después de todo haremos una corta parada en menos de una hora.

—Esta bien querida, no te esfuerces demasiado —le alentó Saevior caminando lentamente hacia la cocina para empezar su cena y posterior sufrimiento estomacal. Lo bueno era que al menos la vida de la batería de la caravana estaría a salvo, Kokoa era tan buena en cuestiones de aparatos mecánicos como lo era de mala en la cocina. Por lo que no iban a quedarse en medio de la nada.

Moraleja número dos: Ten cuidado con lo que comes, así te lo sirva tu conyugue.

.-.-.-.

Y en medio de la nada se quedaron.

— ¿Pero por qué tenía que pasar esto…? —lloró Trish, desparramándose en el asiento del volante con aspecto derrotado.

—Taku, de verdad no sabes hacer otra cosa que meter la pata ¿eh? —le regañó Kumiko estando cruzada de brazos en el umbral de la puerta.

—Ehehehehehe… —rió nerviosamente como queriendo disculparse con las féminas, principalmente con la dueña de la caravana—lo siento Trishe san, quise ayudar a Kokoa san con lo de recargar la batería y…

—Le dije que no insistiera pero me quitó la caja de las manos y se le cayó al resbalarse con la grasa —rezongó Kokoa con un puchero mirando a Ken del otro lado.

—Ahora la batería está fracturada —habló la voz fría de Saevior que llegaba de afuera—sin materiales será imposible repararla, e incluso, pueda que necesitemos en su lugar una batería nueva.

—Será imposible encontrarla en medio de… la nada —concretó Kumiko mirando por el vidrio principal hacia el horizonte, donde se extendía una carretera nocturna, en esa perspectiva se veía infinita.

Todos la imitaron, sobreviviéndose un incómodo silencio, que, fue roto de la misma inesperada forma en qué surgió.

— ¡¡¡ ¿POR QUÉ?!!! ¡¡ ¿POR QUÉ MALDITA SEA?!!! ¡¿POR QUÉ TENÍAS QUE TOCAR MI BATERÍA TÚ DE ENTRE TANTAS PERSONAS?! —una Trishe al borde de un colapso nervioso por la situación que no terminaba de digerir, bramaba histérica mientras zarandeaba violentamente al peliblanco del cuello de la ropa, a la vez que este se golpeaba la nuca muchas veces con la pared por tales movimientos, muy concientemente. La cabeza de Ken quedó llena de chichones.

Alguien debía detenerla o pobre del peliblanco, pero tras lo ocurrido, nadie quería ir en su auxilio, implícitamente lo condenaban a ese castigo a manos de Trishe.

La voz de otra persona sirvió como salvación del cruel destino (buscándoselo ¬¬) al que era sometido el Shiba.

—Oigaaan~ —llamó Zabatu desde afuera, acababa de llegar tras explorar los alrededores—tenemos un pueblo a unos cuantos kilómetros —el avisó bastó para que Trishe soltara al desfallecido y se acercara a la ventana, para escuchar con más atención lo que decía su mellizo, los demás también le quitaron la atención a Ken para dársela al mensaje de Zabatu, que prometía ser una buena noticia. —Si movemos la caravana podríamos llegar en poco tiempo~

Todos se vieron las caras llegando a un mutuo acuerdo silencioso, ya sabían quien iba a ser el primero en tirar del remolque cuando despertara de su inconciencia.

Y miraron al pobre Ken, inconsciente con los ojos hechos garabatos, apremiándole a que despertara para que hiciera de mula.

Moraleja número tres: Nunca, y decimos, NUNCA, dejar objetos especialmente delicados en manos de Ken Shiba, podría ocurrir una catástrofe de orden mundial.

.-.-.-.

Así, le tocó a Ken sobreponerse con rapidez para empujar la caravana, sin darle tiempo a ponerse hielo en los chichones ni ordenar sus pensamientos, el único que le habían permitido tener era el de hacerse la idea de que iba a empujar esa casa hasta que los demás les diese por perdonarle, o alguno se apiadara de su condena.

Tal era Saevior, que terminó saliendo en apoyo del Shiba.

—Ehehe, si que se han puesto irracionales, ¿no crees? —comentó Ken a su compañero mientras empujaba.

—No creo —respondió Saevior en tono monocorde, que también empujaba la caravana desde atrás—me parecen justificadas sus razones, les comprendo —agregó como segunda piedra al peso de culpa de Ken.

—Re-realmente no fue mi intención Saevior san… —empezó con tono de disculpa.

—Ellos lo saben, yo también lo sé —dijo—ahora lo importante es llegar lo antes posible al pueblo que mencionó Zabatu. Ya está bastante oscuro.

—Ugh, me pregunto cuanto faltará… —el Shiba se tomó un momento para empujar sus lentes que se habían deslizado un poco más por el puente de su nariz—por cierto, me parece un poco extraño que no haya pasado ni un solo automóvil desde que resolvimos ir por esta vía.

—Según Kumiko, es una vía alterna para llegar más rápido a Hollywood o eso le dijo la persona a la que le compró el mapa —recordó Saevior con algo de esfuerzo—solo espero que en realidad no la hayan estafado…

— ¡Hey!, ¡te escuché Saevior! —Le contestó Kumiko desde el techo de la caravana donde estaba sentada—el viejo parecía muy seguro de lo que decía, no tenía pinta de estafador —se defendió.

Saevior iba a agregar algo como “siendo como eres, deberías saber que las apariencias engañan”, pero se contuvo, en parte, porque iba a ser un molesto dolor de cabeza el discutir con alguien como Kumiko y porque tenía suficiente dolor con el que le estaba dando su estómago ahora mismo.

Minutos después, Saevior había corrido al baño para rendir cuentas al retrete.

Y a Ken solo le quedó la compañía de Kumiko y sus gritos de “animo” para que siguiera empujando.

.-.-.-.

Bien, cuando Zabatu dijo que había un pueblo a pocos kilómetros de donde se habían quedado varados, todos se habían imaginado que al menos sería un lugar donde encontrarían como mínimo algo de iluminación, o gente. Pensaron que el cartel de entrada que les recibía con un “Welcome to Ghost Town” era una broma digna de las fechas de Halloween, y que no iba a ser tan literal.

Era un pueblo desierto.

Las calles estaban vacías, las casas con aspecto abandonado y destartalado, incluso habían coches estacionados de viejos modelos. Los negocios, la plaza, la modesta iglesia… todo estaba abandonado y desprovisto de vida. Literalmente, no había ni un alma en ese lugar, salvo ellos.

—Oye Zab, ¿seguro que este es el pueblo? —preguntó Kumiko por segunda vez, no muy convencida.

—Seguuro~, es este —contestó con una sonrisa—creo que se toman las celebraciones de Halloween muy enserio y por eso todo luce escalofriante para asustar a los extranjeros —supuso el cara de zorro con una sonrisa.

—Yo también estaba pensando lo mismo —coincidió Ken—no hay porqué ser desconfiados si solo quieren darnos la bienvenida.

— ¿Sois idiotas o qué? —Les regañó Trishe—en este lugar no se siente ni a un plus, es demasiado extraño… —miró a su mellizo— ¿cómo fue que diste con este sitio Zabatu?

—Me conseguí con un viejo mientras buscaba, quería unas monedas y a cambio me indicó este camino —relató con bastante despreocupación—me señaló también una posada a donde llegar que era de un conocido suyo.

—Un conocido suyo… —repitió Trish— ¿cómo iba a tener un conocido aquí?

El grupo de seis personas, más el que empujaba la caravana, llegó por fin a lo que supuestamente era la dichosa posada. Una edificación de cinco plantas, un rectángulo de ladrillos sin ninguna gracia, que si no fuera por el viejo letrero que colgaba de la puerta en el que apenas se leían las letras, no adivinarían que se trataba de un lugar donde pasar la noche.

Zabatu traía arrastras a un desfallecido Jabú cual si fuese un saco de patatas, y señaló un dedo el lugar.

—Es aquí —canturreó con una sonrisa para sus compañeros.

—No siento ninguna presencia allí —razonó Kokoa— ¿no sería mejor si pasamos la noche dentro de la casa y mañana buscamos repuesto para la batería? —sugirió la pelirroja instando sonar convincente con esa sonrisa que se tornaba nerviosa.

—Uhm, ¿no será que tienes miedo, Kokoa~? —inquirió Kumiko con una sonrisa burlona, que obtuvo por respuesta un puchero.

— ¡Yo no tengo miedo! —afirmó cruzándose de brazos a la defensiva—e-es solo que no me gusta este sitio.

—A mi tampoco me gusta —dijo Saevior que venía llegando de la casa rodante con el semblante serio (tras salir del baño) —no se siente ni una sola alma humana por aquí, tampoco rastros de un reiatsu hollow, nada explica que este lugar esté en el estado que está… Todo es muy sospechoso.

—Tranquilos, todos están demasiado tensos —les animó Ken—quizás no sea el mejor lugar para pasar la noche, pero sería más descuidado hacerlo en esa carretera solitaria.

—Esa carretera también era sospechosa, Ken, pienso que todo empezó cuando decidimos tomar esta ruta.

— ¡Ah patrañas Saevior! —Se quejó Kumiko— ¡Qué no me estafaron!, todas son más que puras casualidades —la de de cabellos lila claro miró hacia el edificio y dudó un poco, ya había visto uno como ese en cierta película de terror que le ponía los nervios de punta—quizás ese lugar no sea el mejor pero… ¡qué más da!, ¿vamos a huir como miedicas después de todo por lo que hemos pasado solo porque las apariencias hacen esto más terrorífico?

Trishe suspiró cansada de la discusión.

—Kokoa, si quieres puedes quedarte en la caravana con Saevior —propuso—si no quieres venir tampoco te vamos a obligar, además, alguien debe cuidar de la casa mientras no estamos.

Le entregó las llaves.

—Gracias Tri-chan —agradeció y miró a los demás con cierta preocupación—te-tengan todos mucho cuidado, ¿vale?

—Despreocúpese Kokoa san, estaremos bien —aseguró Ken con una de sus ingenuas sonrisas.

Entraron en el edificio tras el mortal y clásico susto de tocar la puerta y que esta se abra sola, racionalmente lo atribuyeron a que las bisagras estarían demasiado viejas o la cerradura fallaba. Dentro era todavía más oscuro, las pocas ventanas que tenía ese lugar estaban tan manchadas de polvo, que tapaban la entrada de la poca luz de afuera. Si no fuera porque cada uno tenía una vista nocturna lo suficientemente aguda como para distinguir lo más esencial en su alrededor, estarían tropezando cada dos por tres.

Ken tropezó con la pierna del inconsciente Jabú y se vino de bruces.

— ¡Iteteteteee! —se quejó incorporándose dolorido por el repentino golpe.

Bueno, no todos contaban con esa virtud.

—Ten más cuidado Ken —le repitió Trish, perdiendo la cuenta de las veces que en su vida dijo esa frase—casi le das a Jabú.

—No es que hubiera sido una gran pérdida, tampoco —agregó Kumiko acercándose a la recepción, o lo que parecía serla— ¿Hola?, ¿hay alguien atendiendo? —llamó mientras presionaba con la mano la campanilla.

— ¡Te escuché Kumiko! —volvió a la vida Jabú, sin despertar relevancia.

—Ará, resucitó muy rápido —comentó el mellizo.

—A que si —corroboró la otra melliza—mejor hubiera dormido otro poco más.

—Puedo hacerlo dormir de nuevo~ —propuso.

— ¡Ustedes dos!, ¡no confabulen en mi contra!, ¡y menos en mi cara! —discutió el joven de color.

—Es que siempre lo hacemos a tus espaldas, así ya no tiene gracia —admitió Trishe.

—Que mala eres hermana~

— ¡Pero si tú acababas de prestarte a deshacerte de mí! —protestó Jabú señalando a Zabatu con el dedo.

— ¡SUFICIENTE LOS TRES! —Gritó Kumiko callando la estúpida discusión con un severo golpe a la cabeza de Jabú, que como resultado lo dejó inconciente. Ken reía bajito, no por la desgracia del pobre chico, era más bien por simple reacción nerviosa al ver una situación que escapaba de su control.

Iba a seguir probando con la campanilla, al volverse a la recepción se encontró súbitamente con un hombre de mediana edad, vestía una pulcra indumentaria de mayordomo como de la época victoriana. Kumiko dio un respingo, el sujeto hace unos segundos no estaba allí, casi daba por hecho que había salido de la nada. Lo mismo pensó el resto cuando repararon en aquella presencia.

En esa oscuridad, lo que podían distinguir de él, aparte de su fino traje, era lo poblada de arrugas que estaba su cara, que marcaban cada una de esas facciones desprovistas de gracia. El sujeto hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa de cortesía, comenzó por romper el silencio que él mismo había creado con una rasposa voz:

—Mis disculpas si les asusté, sean bienvenidos a mi humilde posada —hizo una pequeña reverencia—soy el encargado, hace mucho que no teníamos visitantes jóvenes en el pueblo.

—Do-domo… —saludó Kumiko—ehm, queremos un par de habitaciones para pasar la noche y de paso, preguntarle algunas cosas sobre el pueblo —comenzó a decir—verá, nos quedamos accidentados en la vía y necesitamos…

—Oh, no se preocupen —la interrumpió con cordialidad—por la mañana podrán encontrar lo que necesiten, ahora en esta noche… nadie debería salir afuera —mencionó con cierto aire de intriga que no pasó desapercibido para el grupo.

— ¿Por qué lo dice, buen hombre? —preguntó Ken sin contener la curiosidad natural.

El encargado estuvo por esbozar una mueca siniestra, pero cambió totalmente a una sonrisa que transformó sus rasgos en unos completamente animados y alegres.

—Porque es Halloween, joven, porque es Halloween.

.-.-.-.

—Tch, que servicio más raro este —murmuró Trishe—si hasta nos ha dejado escoger tan liberalmente nuestras habitaciones.

Más que una habitación parecía un rectángulo poco espacioso, al parecer la arquitectura del local no tenía demasiado ingenio, todo era muy simétrico y cuadrado. Constaba de una cama de aspecto bastante viejo, donde los resortes chirriaban con cada pequeño movimiento que hacía su cuerpo, un tocador modesto, un closet para guardar ropa ocasional, un perchero y una ventana para mirar afuera. No quería contar con el baño, ya que las losas tan desvalidas de color y ennegrecidas por el polvo le producían arcadas. Ese lugar estaba en un pésimo estado, no entendía todavía por qué diablos habían accedido a quedarse allí, solo por no dejar.

Con ese pensamiento terminó de cepillarse el cabello con un peine de viaje. Echando un vistazo a su pobre reflejo en el gastado cristal, miraba con cierta nostalgia su apariencia, vaya que era distinta a la que había tenido hace meses, donde su cabello era más largo, mucho más largo que ahora que lo llevaba tocando los hombros. Esos eran uno de los recordatorios de aquellos momentos que preferiría olvidar.

Alguien tocó la puerta interrumpiendo sus pensamientos.

—Pase —avisó.

Era Kumiko, no traía una buena cara, incluso la encontró pálida.

— ¿Kumiko?, ¿Te encuentras bien? —preguntó levantándose de la cama sin poder evitar hacer ruido.

—Y-yo, sí —afirmó tratando de controlar sus nervios—s-solo quería preguntarte… ¿puedo dormir aquí?

— ¿Eh?, pensé que querías un cuarto para ti sola… —comenzó a decir cuando Kumiko ya la agarraba de los hombros, nerviosa.

— ¡Creíste mal!, ¿cómo iba a querer dormir sola en… un lugar como este teniendo a tan buena amiga cerca? —dijo tratando de ser zalamera.

Trishe arqueó una ceja, lo que escuchaba no sonaba en lo absoluto racional por parte de alguien como Kumiko.

— ¿No será que te asusta el sitio?

— ¿Eh?, ¡claro que no!, ¡este lugar no da nada de miedo!

Un sonido mecánico de alguna puerta abriéndose sobresaltó a la de cabellos lilas, que entró de un salto en la habitación arrastrando a la rubia.

—De verdad estás asustada —concluyó Trish.

—Bueno… —desvió la mirada—tal vez un poco —admitió— ¡pero tengo razones!

—Claro, como ver por tres noches consecutivas una maratón de todas las películas de terror que estaban en oferta en tu trabajo por la fecha de Halloween —musitó con cierto tono de ironía, y después sonrió encogiéndose de hombros—, tranquila, puedes quedarte aquí, aunque te advierto que la cama es incómoda y…

Ya Kumiko se había acostado abarcando toda la cama.

—Gracias Trish~ ¡qué tengas buenas noches! —le deseó antes de cerrar los ojos.

Trishe se quedó en una sola pieza con una gotita en la sien.

—Que raro ver a Kumiko asustada, el equivalente a mi hermano en gustos creepy —murmuró haciéndose un ladito en la incómoda cama— ¿qué habrá visto que la puso así?

Con ese pensamiento entró al mundo de los sueños.

.-.-.-.

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Ken Shiba
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Ken Shiba


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MensajeTema: Re: Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ)   Scary Bleach (Concurso Aniversario BFJ) EmptyLun Nov 15, 2010 7:44 am

De modo que le tocaba encargarse por segunda vez del inconsciente Jabú, vaya que no tenía nada de suerte. Sabía que esa mala tendencia de tener que servir de “senpai” en el grupo recaía en él por ser, después del gordo, el más reciente en unírseles. No es que se quejara de ello, gracias a Jabú tenía una víctima para cada broma y comentario que sacara de casillas, pero en ocasiones como esas donde tenía que arrastrarlo… para alguien que es muy flojo en actividades físicas llegaba a ser fastidioso.

Solo lo llevaría a algún cuarto al azar, lo dejaría descansando sobre la cama, y piraría a buscarse una alcoba como habían hecho los demás.

E hizo exactamente eso, con la excepción de que en la búsqueda de una habitación donde dormir, terminó por hacerle un recorrido al edificio entero.

—Cieelos, se ve más espacioso por dentro que por fuera —comentó revolviéndose los cabellos de la nuca mientras caminaba por los pasillos. No cualquiera estaría tan despreocupado al caminar solo en un edificio que despertaba la sospecha de todos, y para colmo, te daba la mejor ambientación en películas de terror norteamericanas. O tenía nervios de acero como para mantener su típica sonrisa, o seguía pensando que los habitantes del pueblo querían asustarlos por el Halloween. En la televisión había visto muchos casos como esos.

Comenzó a tararear una melodía, de las canciones que había escuchado en el MP3 de la caravana, ¿cómo iba?: Everyone living in ghost town, everyone buried in waste land […] ♫

Ah sí, se le parecía un poco a esa situación, que irónicamente cómico.

Por el rabillo del ojo, le pareció ver que algo se movía en las sombras, hubiera pensado que se trataba de un juego de luces por los pequeños haces que venían de las cuadráticas ventanas de guillotina, pero para lo poco que llegaba a abrir los ojos tenía una vista bastante aguda, y Zabatu había abierto uno de sus ojos dorados para captar aquello… y no se podía equivocar. Se trataba de un ser vivo en movimiento.

Avanzó interesándose en seguirle la pista a ‘eso’, sin llegar a predecir que terminaría en poco tiempo fuera de aquel viejo edificio.

Iba uno y faltaban cuatro.

.-.-.-.

Ken Shiba se retiró los lentes y los puso encima de la mesita de noche, no podía afirmar que le gustaba el lugar y que se sentía bien allí, algo de ese pueblo le incomodaba demasiado como para estar completamente despreocupado. Había permanecido distraído pero atento a su alrededor, inalterable, a diferencia de algunos a los que sí se les notaba la inquietud. Kokoa había sido sincera al demostrarlo, y personas como Trishe que no sabían mentir se abstuvieron de hacer o mostrar algún síntoma de perturbación. Al menos estaba seguro de que Kumiko y Zabatu estarían perfectamente, ellos eran de los que controlaban mejor sus emociones, y Jabú se mantendría a salvo siempre y cuando no quedara solo…

Mm, eso sin duda pasaría.

Pensó en ir a darles una vuelta a sus compañeros, después de todo no tenía sueño, y quería asegurarse de que todos estuviesen bien. Se incorporó de la cama tomando sus gafas para limpiarle los cristales con la tela de la chaqueta antes de colocárselos nuevamente. Iba a dar vuelta hacia la puerta cuando le pareció escuchar un extraño sonido.

Ken volteó y dejó de escucharlo.

Y al suponer que quizás era su imaginación volvió a girarse, el sonido regresó.

Nuevamente volteó y nada, el Shiba se rascó la nuca sin comprender lo que sucedía.

—Extraño, juraba haber escuchado algo dos veces —se mencionó a sí mismo.

El ruido regresó, con mayor intensidad, y pudo identificar inmediatamente de qué se trataba.

Las puertas del closet, que extrañamente estaban cerradas con llave pegada a la cerradura, se sacudían con cierta violencia, como si adentro hubiera algo luchando por salir.

A cualquiera, el primer instinto sería retroceder, en el caso de Ken, ocurría lo contrario, una malsana curiosidad empujaba sus pasos hacia esas puertas con la clara intención de descubrir aquello que albergaban.

— ¿Qué habrá allí?

Giró la llave removiendo el seguro, y la puerta se abrió de golpe.

Aquello que estaba adentro salió derribando al peliblanco con una fuerza descomunal.

Lo que debió ser una exclamación de sorpresa quedó ahogado por eso.

.-.-.-.

Abrió los ojos de golpe conteniendo un profundo gemido de terror.

Al comprobar el techo de la habitación reparó en que solo había tenido una pesadilla, y pudo respirar con normalidad tras la agitación. Se incorporó tratando de no hacer ruido y despertar a su compañera, lo primero fue imposible, esa cama debía tener como veinte años de antigüedad o más, por suerte Trishe tenía un sueño pesado.

—Uff, tal vez si fue mala idea ver tantas películas de terror seguidas —suspiró Kumiko, reprimiendo un pequeño escalofrío.

Ese lugar no le gustaba nada, y ahora que había soñado con ‘eso’ menos todavía.

Antes de tomar una habitación, Kumiko había querido preguntarle al encargado más sobre ese pueblo aparentemente desierto. Cuando se había volteado este desapareció de la misma forma repentina en la que apareció por primera vez. Eso le puso los pelos de punta en ese momento, y ahora pasaba lo mismo al recordar lo que sucedió después. Ella avanzó por el pasillo buscando al hombre, bajó las escaleras hasta que se encontró con la planta baja, más oscura e inescrutable, incluso para sus ojos cyan acostumbrados a los bajos niveles de luz. Aquí venía la parte más escalofriante, oyó un goteo, pequeño de principio, y mientras descendía lentamente los escalones iban acrecentándose, volteaba a los lados en busca de la procedencia de ese único sonido que contrastaba con el silencio, la inquietud comenzaba a carcomerle por no encontrar nada.

Y puso el primer pie fuera del último escalón, escuchó un chapoteo en la suela de su bota.

El piso estaba inundado, o eso le pareció cuando miró por segunda vez y lo encontró repentinamente seco.

Una puerta en la que no había reparado se abrió, un camino de agua serpenteó hacia ella.

Perdió todo el color de su rostro cuando creyó ver una figura menuda señalándole con una mirada brillante y espectral.

El resto fue correr y subir dos pisos tan rápido como le permitieron las piernas, tratar de calmarse e ir a la primera habitación que encontrara ocupada por alguno de sus compañeros. Después de esa visión ni loca dormía sola.

Lo malo es que tampoco había querido contarle ese incidente a Trish, de seguro le diría que era a causa de ver tres veces seguidas la película de “The Ring*”, la uno y la dos. Cosa probablemente cierta.

Negó con la cabeza varias veces, ¡se suponía que no era como los otros humanos que se asustan por esas cosas!, ¡ella había visto mucho en su vida como para que viniera a atrapar miedos humanos!, tras esos regaños mentales decidió firmemente ir a investigar de qué se trataba en realidad ese pueblo, y sobretodo, quien o qué era el misterioso encargado.

Antes de cruzar el umbral, echó una mirada a la rubia que seguía durmiendo. Pensó que lo mejor era despertarla para que le acompañase, mas luego se retractó de ello, ambas se cuidaban bien las espaldas solas, y seguro Trishe estaba más cansada que ella, después de todo se había tomado muy a pecho el cuidar de su casa rodante de todos los que viajaban en ella, sumando a las horas que le tocó conducirla. Sí, se merecía un descaso.

Una de sus virtudes, aparte de saber disfrazar sus verdaderas emociones, era el ser sigilosa, que sus pasos fueran más ligeros de lo normal y por tanto, menos ruidosos. Estaba acostumbrada a no escuchar el eco de sus pisadas, por lo que ese silencio en nada le infundía temor. Lo que si seguía poniéndole los nervios de punta era esa anormal tranquilidad en la que parecía vivir inducida aquel pueblo fantasma, como era a ojos de cualquiera, porque a excepción del dueño de la posada no había ni un solo habitante más…

O posiblemente no existían tales habitantes, ni siquiera el dueño de la posada, la sola idea hacía que los vellos de la nuca se le erizaran inconcientemente.

—Vale Kumiko, ya está bueno, esta no es una película de terror y tú tampoco eres la protagonista a la que le sucede todo —murmuró para sí misma.

Se dio unos suaves golpecitos de regaño en la cabeza y descendió las escaleras con más cuidado del que andaba, casi esperaba ver una segunda visión de lo del agua en el suelo y la supuesta niña… -escalofrío- ¿por qué se le había metido en la cabeza que esa menuda figura era una niña?, ni que hubiera sido la representación de Yamamura Sadako*.

La planta baja seguía igual a como a dejó unas tres horas antes, si tres horas fue lo que consiguió dormir antes de que esa sicótica pesadilla le arruinara el sueño. Oscuridad, y la puerta de aquel cuarto contiguo en la que solo reparó una vez, en ese mismo umbral había creído ver a la niña que, sin que lo quisiera, seguía mirando como una réplica de la niña del pozo.

“Por enésima vez, maldición”, se volvió a regañar mentalmente. Aprovecharía ese impulso valiente para averiguar que escondía esa puerta, y comenzar a desenterrar algunos misterios.

Encontrar la puerta cerrada no fue algo de extrañar, si querían ocultarles algo pensarían en poner un simple seguro al picaporte para impedirlo. Qué ingenuo, pensó Kumiko, antes de descartar la opción de patear la puerta, sería demasiado ruidoso y ahora era conveniente mantener la discreción. Sacó del bolsillo de sus vaqueros la billetera de donde tendría la clásica llave improvisada para forzar cerraduras. Una tarjeta de supermercado. Pasó la lámina de plástico en la separación del seguro, y con la otra mano giraba el picaporte hasta calzar perfectamente. Click, puerta abierta.

Fue una sorpresa descubrir que la energía eléctrica funcionaba en ese cubo 4x4, a medias, pero servía para no forzar más la vista de lo necesario. La lámpara era un único foco central que pendía de un cable, con un cono protegiendo la bombilla. A Kumiko le pareció que ese cuarto debía ser un estudio, uno bastante pequeño para la cantidad de cosas que encerraba. El estante abarcaba casi toda una pared, el escritorio tenía exceso de volumen por los distintos tomos que reposaban encima de la tabla y en el suelo, tomos que como bastaba con mirar, debían ser muy antiguos. Dio una ojeada rápida a los primeros que tuvo a su alcance, todos, o su mayoría, databan en finales del siglo XIX.

Escarbar en plaza ajena era su especialidad, pero el polvo hacía el trabajo difícil. En ese cuarto parecía que nadie había entrado en años, muchos años. Al retirar unas carpetas viejas de Manila tuvo un pequeño ataque de tos por la sacudida del polvo, cuando todo eso terminara iba a tomarse un jarabe para la alergia, fijo.

Abrió las carpetas y se encontró con varios documentos, que aparte de notarse su antigüedad por lo amarillento del papel, lo desvalido de la letra y lo deteriorado de las esquinas roídas por el tiempo, reparó en que los primeros eran títulos de propiedad, autorizaciones de construcción en la zona y posteriormente una demolición; los años databan en el periodo de finales de los cincuenta y principios de los setenta. Su atención quedó atrapada en cierta vieja fotografía que se escapó de los pliegues.

Se agachó para tomarla y la observó con atención: en ella figuraba un hombre, entrado en años, con una sonrisa afable y humilde, a su lado había una niña tomándole la mano, y el fondo tiene una versión nueva de lo que debió ser el edificio en sus años jóvenes. Volvió a enfocarse en la niña, tenía un cabello negro y lacio dividido por la mitad, cayéndole en cascada por ambos lados, piel muy blanca, ojos oscuros…

La mente de Kumiko asociaba las imágenes a una velocidad que a la misma le impedía asimilar, el hombre de la foto, por alguna oscura razón se le hacía conocido, tenía aire de parecerse al encargado de la misma posada donde estaban, y… la niña, esa niña no podría ser…

— ¿Qué miras, chica? —Kumiko se sobresaltó al encontrarse repentinamente con la misma cría que estaba en la foto, la que posiblemente también, era la misma personita que había visto horas atrás, en ese umbral.

La niña se acercaba lentamente, no con pasos comunes, no, Kumiko sabía como era el movimiento de los humanos al andar, y aquel no era un movimiento humano, era como si la plata de sus pies se deslizara sin roce por el suelo.

Kumiko retrocedió tres pasos sin quitarle los ojos de encima a la niña, quien al aproximarse al punto centro de la mortecina luz, los rasgos que había imaginado lozanos y frescos se convertían en una amorfa masa de carne desfigurada por un extraño procesos de descomposición como el de…

Los muertos vivientes.

Un respingo le salió involuntario.

Y lo que era peor, ¡si se parecía a Sadako!

—T-tú, ¿qué demonios eres? —Empezó a decir reuniendo el valor que todavía le quedaba, siendo quien era, sería estúpido dejarse dominar por una situación así. No estuvo satisfecha con el tono de voz con el que hizo la pregunta, le faltaba contundencia.

—Qué pregunta tan interesante la que hace, señorita Takawa —murmuró otra voz, de cuya presencia se materializaba de la nada. Era el encargado, que a la luz lucía igual de descompuesto, o menos que la niña, pero con el mismo tono de piel ennegrecida y muerta. A la luz podía aseverar que era el mismo hombre de la foto, y esa, la misma niña que estaba con él.

Si la foto era tan vieja como aparentaba ser, y esos personajes tenían las mismas apariencias… Mi madre, pensó Kumiko, ¿En qué fregado acababa de meterse ahora?

—Podría usted respondernos la misma pregunta pero aplicada a usted y sus compañeros de viaje —continuó el viejo—ustedes tienen un olor ligeramente distinto de los otros humanos.

—Debe ser que tienen eso —susurró la niña Sadako—están rebosantes de eso, puedo saborearlo desde aquí.

—Hemos sido muy afortunados en tenerlos aquí, y más tratándose de la fecha —corroboró el encargado—habrá un gran festín en el pueblo.

— ¿Festín? —repitió Kumiko en voz baja.

Antes de preguntarse a qué se refería, se sintió un pequeño temblor en el techo que daba bajo sus cabezas, como si en el que era el suelo del primer piso ocurriera un alboroto.

—Jm, parece ser que nuestra mascota ha sido descubierta por uno de sus amigos —informó el viejo con esa voz rasposa que ahora sí daba escalofríos.

Las facciones de Kumiko primero definieron lo que debía ser, temor por la suerte de alguno de los suyos, algo comprensible de saber la situación peligrosa en la que estaban, lo que no fue comprensible, y no llegaron a entender aún los dos no vivos, fue la pequeña y divertida sonrisa que cambió la expresión de la joven.

—En verdad, ya se nos hacía muy extraño lo que sucedía aquí, comenzando por la aparente soledad del lugar y porque no sentíamos ninguna clase de energía. Ahora que hacen acto de presencia empiezo a comprender el porqué —terminó de decir con seguridad.

—Vaya, así que no estáis en lo sumo desconcertada —reconoció el encargado—interesante, es la primera vez que encuentro a una humana tan fría en una situación así —lo que parecía ser una sonrisa siniestra comenzó a deformar su maltrecho rostro arrugado—pero aún eres demasiado ingenua si crees que llegarás a saber algo, y si crees aún llegar a siquiera salir de aquí para repetirlo.

El encargado se esfumó de la misma forma inexplicable en la que apareció él, y en la que aparecerían los demás después.

Kumiko quedose cara a cara con la niña Sadako.

—De verdad, te veo y no puedo evitarlo, eres tan parecida a Sadako que me hiela la sangre —admitió Kumiko.

—Llámame como quieras, Takawa Kumiko, será lo último que hagas antes de que te deje sin una gota de vida —murmuró su voz de eco espectral.

—Ni porque fueras el peor de mis terrores te dejaría hacer eso, cría del pozo —le dijo antes de quebrar la ventana con su cuerpo, Sadako la había tomado del cuello y batuqueado contra los cristales.

.-.-.-.

El tecleo constante se convirtió en un eco consecuente dentro de lo que Kokoa había llamado temporalmente “Sala de investigación” –que era en realidad la sala de estar dentro de la caravana-. Hace una hora que Saevior salió a inspeccionar el pueblo, dejándole la custodia a Ko-chan, el pequeño murciélago que pululaba a su lado mientras trabajaba. Kokoa no sabía en qué pensaban Kumiko o los demás, al aventurarse a entrar en un pueblo que de tener una pinta más sospechosa imposible, ni los del programa de Scooby Doo eran tan imprudentes como esos cinco.

Saevior había dicho antes de irse, contestando a esa queja de su esposa, que probablemente era pura curiosidad de ellos por ver algo “interesante”, eso o ya se creían dentro de una película de terror y querían ver que se sentía. Habían pasado alrededor de tres meses desde el hecho más relevante entre ellos, la integración de Jabú y aquella pequeña invasión en Karakura, si muy divertida y todo pero tras eso se vieron obligados a bajar el perfil y adaptarse nuevamente al ritmo de los humanos. Viéndolo por ese lado hasta Kokoa lo comprendía bien.

Si tan solo no fuera Halloween, pensó.

Espera, ¿Halloween?

A la mente le vino un viejo artículo leído hace un tiempo en la doceava división, por suerte, todavía lo tenía guardado en su netbook entre tantos otros datos que consiguió llevarse antes de la inevitable partida de la Sociedad de Almas. Kokoa lo abrió aumentando el zoom para no perjudicarse mucho la vista. Comenzó a leerlo:

«Finales del mes de Octubre y principios del mes de Noviembre en el calendario humano, suele ocurrir que la dimensión que interconecta el mundo espiritual con el mundo material se contrae a sí misma haciéndose más delgada y transparente, permitiendo que el paso de intercambio de partículas espirituales sea en un flujo mayor al normal, esto principalmente ocurre en el último día del mes de Octubre y los dos primeros días del mes de Noviembre […]»

Una pista contundente. Kokoa miró el reloj de la barra de escritorio y notó que faltaban menos de tres minutos para que fuera media noche, y oficialmente primero de Noviembre.

Decidida a hacer algo más, cerró la tapa de la portátil y se dirigió fuera de la caravana. Iba a revisar el baúl donde estaban sus cajas con sus “cachivaches” como los llamaba Kumiko vulgarmente. Allí estaban las Soul Candy’s personalizadas, que había hecho especialmente para todos ellos, había olvidado dárselas en caso de emergencia –suspiro-. Esperaba que al menos el sistema de eyección de los gigais funcionara a la perfección.

Si arreglaba la batería con algunos de sus materiales podrían irse de aquel pueblo sin averiguar nada más, no era problema de ellos a fin de cuentas. Se colocó de cuclillas frente a la caja negra, que tenía una de las esquinas fracturadas dolorosamente hasta el otro extremo. Se contuvo de maldecir a Ken por no se cuantas veces ya y pasó directamente a analizar las posibilidades de repararla según el daño.

Sus oídos captaron un pequeño murmullo proveniente de un arbusto cercano, Kokoa volteó instintivamente buscando ver que era, llevada por la curiosidad inicial, permaneció observando el mismo punto hasta que volvió a ver ese mismo arbusto alborotarse con más violencia. Sus sentidos no captaban nada que viniera de allí, lo que le pareció espeluznante. Se obligó a sí misma a acercarse para investigar, en compañía de Ko-chan, cuando entonces algo le saltó al pecho sin avisar.

Saevior regresaba en el mismo instante en el que escuchó la exclamación de Kokoa del otro lado de la caravana. No dudó un instante en apresurarse a ir en su socorro.

Al darle la vuelta a la caravana encontró a la pelirroja tirada en el suelo de lado, Saevior se acercó con premura temiendo que le hubiera pasado algo.

— ¡Koko…!

La chica comenzó a reírse repentinamente.

Tenía entre sus brazos una cosa negra y peludita, con dos largas orejas. Le pareció que era muy grande para ser un conejo normal, y también muy feo. Saevior lo definió temporalmente como “conejo mutante”, y observó con cierta confusión a ese animalito de aspecto tan siniestro lamiendo cariñosamente la mejilla de su esposa igual que una dócil mascota.

— ¡Basta ya!, ¡me haces cosquillas! —Protestó en medio de las risas incorporándose para quedar sentada, tomando con ambas manos el peculiar ser—eres tan liiindo~, ¿qué hacías por aquí bonito? —le preguntó con voz melosa.

—Veo que estás bien —comentó la voz apagada de Saevior, Kokoa reparó por primera vez en él— ¿De dónde lo has sacado? —le preguntó observando con desconfianza aquella criatura.

—Vino a mí —contestó—creo que del bosque, salió de ese arbusto —señaló con la mirada cual—estaba por empezar a reparar la batería de la caravana cuando esta cosita llegó a visitarme —agregó frotando su naricita con el hocico del conejo— ¿a qué no es mono, Saevior?

Por desgracia, Saevior no comprendía muy bien en qué contexto aquella cosa podía denominarse “mono”.

—Estuve investigando los establecimientos y no encontré nada, ni siquiera señales de que esto siga habitado —informó logrando captar la atención de Kokoa—por eso, decidí buscar el cementerio de este pueblo, cuando lo encontré… —se tornó pensativo.

— ¿Viste algo que no andaba bien?

—No encontré nada, ese es el problema —concluyó—ni una sola alma, pero tampoco ni un solo cuerpo.

Los ojos de Kokoa se abrieron más por la impresión.

— ¿Cómo?, ¿No había cuerpos? —preguntó atropelladamente, aquel indicio se parecía mucho al de la película de los muertos vivientes.

—No, lo más extraño es que las tumbas estaban como si... el cuerpo hubiera surgido desde dentro de su sepulcro —dijo con cierta duda—suena descabellado, pero se parecía mucho a la forma en lo que lo reflejaba esa película que veíamos en el camino.

—P-pero eso solo era una película… —la voz de Kokoa se apagó, su mente buscaba otra alternativa que explicara aquella versión de Saevior.

—Apartando eso, me hago esta pregunta —interrumpió sin ser brusco—si esos cuerpos fueron sacados de la tierra, ¿dónde están ahora?

Saevior notó como la cara de su amada palidecía y sus retinas esmeraldas se dilataban, clara señal de presenciar algo que provocaba el entrar en un estado cercano al pánico. El moreno se volvió a sus espaldas, y se encontró con la respuesta a sus preguntas.

Allí estaban los cuerpos, lo malo era que se movían y les superaban en número.

Moraleja número cuatro: los conejos negros mutantes traen mala suerte = zombies en masa.

.-.-.-.

Se tocó con dolor el lado derecho del cuello, que cerca había estado de desencajarle la yugular, el mismo modus operandi de los cazadores salvajes, nada bueno cuando estaba sangrando muy escandalosamente recién de recuperar la conciencia, tendido en el suelo.

¿Qué pasó?, se preguntó Ken levantando el torso con dificultad, como si acabaran de removerle de encima un enorme peso. Tenía todo el cuello y la camisa impregnada de sangre, que le brotaba de cierta herida en el cuello. Hizo un esfuerzo por reconstruir en su mente lo que había ocurrido momentos antes de acabar así: Abrió el closet, algo le saltó encima y lo tumbó con una fuerza tremenda, de no haber sido por la sorpresa se lo habría quitado de encima, pero no reaccionó a tiempo. Supuso que la mordida la habría hecho ‘eso’ y que pasado eso le sobrevino la inconsciencia.

Encontró sus gafas en el suelo, se las colocó aliviado de que no se rompieran en el forcejeo.

Por cierto, ¿en donde estaba el responsable?

En un rincón cerca al closet, estaba el cuerpo de lo que aparentaba ser un animal de gran tamaño, felino tal vez, de pelaje oscuro. Ken recordó ese programa sobre las panteras negras en Animal Planet y supuso que sería una de ellas, ¿pero que no habitaban en las selvas?

Se acercó y observó con cierto pesar al cadáver con los miembros contraídos, como si hubiese recibido una potente descarga de electricidad y achicharrado por ello. Recordó que tenía una linterna de bolsillo en el llavero y la sacó para estudiarlo mejor. Notó como varias partes de su cuerpo ya estaban en un estado de descomposición, mucho más acelerado de la hora en la que debió morir. Suponiendo que no se equivocara, la pantera estaba muerta en el momento del ataque, y eso no tenía sentido a menos que…

—A menos que se trate de ese misterioso caso de muertos vivientes —concluyó Ken golpeando su puño contra la base de su palma—nunca me imaginé que este fenómeno pudiese ocurrir en el mundo material. —El como era posible intrigaba al peliblanco, afortunadamente, el lado consiente de Ken le advirtió que lo mejor era ver como estaban los demás. Si él había sido atacado, probablemente no fuese el único.

Se colocó un pañuelo sacado de su bolsillo alrededor de la herida, presionándolo para contener la hemorragia, sería malo dejar en ese precario estado su gigai, Kokoa se molestaría después.

Salió de la habitación todavía con dudas, ¿Qué habría matado realmente a la pantera zombie?

.-.-.-.

Cuando Jabú despertó, lo hizo rodeado por una horda de duendes asesinos babeando por su carne.

Bueno, no eran duendes asesinos precisamente, esa era la forma en la que el gordo negro con rastras los vio al despertarse, para comprobar con tres minutos de retardo (después de que le mordieran los brazos, rodara por el suelo buscando quitárselos de encima y posteriormente hacer el papel de Gulliver atado al suelo por un montón de alambres) que en realidad eran bebés, en el orden de los tres y cinco años, superfuertezotes con unos dientes diminutos y filosos, ah claro, también notaba el curioso tono de piel gris muerto que traían y lo feo que apestaban, como muertos.

Como muertos.

El comprenderlo con claridad solo sirvió para que el pánico le abordase con mayor facilidad, tan asustado estaba que inmediatamente se dio por muerto: adiós películas del domingo, adiós tardes de lucha libre en el canal de los deportes, ¡adiós a la gaseosa de naranja y a la maría!

Y adiós también, a la única etapa de su vida en la que vivió con mujeres, su madre no contaba.

Uno de los enanos se le acercó con el gesto siniestro, Jabú pasó de ser negro chocolate a café con leche en menos de un segundo.

—Serás el primero en probar nuestros dientes y luego vendrán tus amigos —ese diálogo, a pesar de estar bien dicho, en el tono macabro apropiado, se le antojó cliché, a un veterano como él de las películas y dramas norteamericanos cosas como esas no le sorprendían. Jabú le devolvió una mirada desdeñosa y se levantó, sentándose en toda su redondez rompiendo con esas ataduras (¿por qué no hizo eso en primer lugar?: fácil, estaba cagado de miedo)

—A ver pequeño aborto de Resident Evil, ¿Crees que eso da miedo?, ¿Crees que puedes venir a pretender intimidar a un profesional de las obras norteamericanas televisivas con esa frase tan trillada? —le decía en tono crítico golpeando la frente del bebé constantemente con su dedo índice—: Primero y principal ¿Solo porque soy el negro del grupo debo morir primero? ¡¿Eh, eh?! ¡¿Sabes que eso contribuye al racismo en América, carnalito?! ¡Para la próxima debes ser un poquitín más original! —Le espetó furioso intimidando al bebé y al resto de sus compañeros— ¿estamos?

Momento de silencio, y los dientecitos se lanzaron al ataque.

— ¡AHORA VAN A VER ABORTINES! ¡SIENTAN LA IRA DE UN NEGRO REVELANADOSE CONTRA EL RACISMO DE AMÉRICA!

Se formó una nube de polvo, salieron muchas partes humanas al aire: pies, bracitos, dedos, ojos, cabezas, pañales sucios (¿?). El resultado fue un Jabú en estado Berserker que acababa de desmembrar con sus manos a una docena de bebés no vivos, jadeante y que casi echaba espuma por la boca con los ojos inyectados en sangre.

La puerta de ese cuarto, donde Zabatu lo había dejado, era abierta por el mismo Zabatu que entraba con uno de esos bebés tomado del talón que se retorcía por librarse de él.

—Oh, ¿te despertaste de mal humor Jabú? —le preguntó echándole un vistazo a todo el alrededor lleno de cuerpos de bebés zombies como el que traía desmembrados—vaaya~, así que encontraste más de esos traviesos.

La contestación de Jabú fue el arrancarle el bebé a Zabatu para destriparlo como a los otros. Este miró que lo único que le quedaba en la mano era el pie del retoño descompuesto.

—Ya… me siento… mejor… —jadeó Jabú tratando de recuperar la compostura tras descargar toda su ira reprimida.

—Que bien, yo estaba buscando si habían más como esos. —dijo arrojando el piececito de su mano.

—Di-dices que… ¡¿Dices que hay mas de esas cosas no vivas?! —exclamó un Jabú que regresaba a su estado normal miedica.

—No más de esos bebés, me refería a los adultos~ —canturreó con una sonrisa que al negro se le antojó escalofriante.

.-.-.-.

A Kumiko le había costado parte de su fuerza y otra deshacerse del enganche de aquella cría bastarda. Más que temerle, la empezaba a detestar. Nunca le costó tanto igualarse en fuerza física con alguien mientras estaba en ese cuerpo falso, y el que fuera una mocosa muerta quien la pusiera en apuros no mejoraba la comparación.

Por suerte le había encajado un buen puñetazo en el abdomen que la mandó a volar lejos, y le dio la oportunidad que necesitaba para correr, tenía que avisar a Kokoa y a Saevior para que activasen el mecanismo de eyección y…

No se alejó ni diez metros del edificio cuando la cría le cerraba el paso de frente.

—Hola, Kumiko —dijo.

—Hola, Sadako —le contestó burlona.

El efecto que causaba el nombre en la niña no era legible, con esos rasgos deformados se veía siempre amenazante, teniendo la perpetua expresión iracunda de quien no puede dormir en paz. Sin embargo, a juzgar por la reacción inmediata de la muerta, abalanzarse sin mucha gracia ni técnica hacia Kumiko, podría decirse que no le gustaba ser llamada como la niña del pozo.

Ahora lo entendía, todo lo que tenía esa cosa era el instinto de una bestia y las habilidades sobrehumanas de una gran fuerza y agilidad, quitando el hecho de que estaba muerta que ya era una ventaja abrumadora, del resto carecía de técnica, y por supuesto, Kumiko también estaba muerta en cierta forma. Satisfecha de su análisis, se aseguró de recibir a su adversaria como debía.

Kumiko apenas se movía de su sitio mientras Sadako (lo siento, pero se quedó Sadako) buscaba arrancarle la piel con las manos, una piel que no llegaba ni a rozar por la destreza de la cabellos lilas. Después de ese corto baile, Kumiko la despachó con una patada fría y calculada en el centro del estómago. La niña salió despedida formando una ce perfecta e imposible para un esqueleto vivo.

—No eras la gran cosa por lo visto —comentó una despreocupada Kumiko—todo lo que tenías era… ¿Eh? —A sus pies aparecieron unos finos caminos de agua que se entretejieron hasta rodearla— ¡¿Pero qué mierda…?!

Sadako se levantó tras enderezarse la columna vertebral con unos crujidos mortales.

—No es todo lo que puedo hacer —suscitó al momento de que los charcos de agua se levantaran impulsándose a ella velozmente. Kumiko usó los antebrazos para protegerse al saltar y alejarse del agua. Descubrió que tal como supuso, el agua había cortado la tela de su sobretodo y seguramente traspasado la piel.

“Puede manipular agua, ¿cómo?”

“Espera, no la manipula, ¡la materializa!”

Era cierto, el agua acababa de desaparecer.

—Estoy impresionada, lo admito, no está mal para alguien que está muerto —dijo la joven de cabellos lila claro.

—No te preocupes, pronto serás igual —mencionó al tiempo de que alrededor de Kumiko aparecían una veintena de personas en la misma condición que la niña, a medio descomponer y se movían, zombies—pronto serás una de nosotros, como el resto de tus compañeros.

A Kumiko en ese momento no le apetecía bromear, con tantos iguales y al mismo tiempo le parecía difícil si era ella sola, estando en ese gigai limitado. Para su mala suerte, no tenía ni jodida idea de cómo podía salir del gigai por el sistema de eyección diseñado por Kokoa, ya que nunca se había visto en ese apuro, siempre tenía una Soul Candy para el momento, momento que no era el de ahora.

—Uuy~ me parece que estás en problemas —como si nada, llegaba un Zabatu sonriente por un lado y tras él un asustadizo Jabú que apenas podía caminar por el terror. —Venimos a ayudarte Kumiko, y de paso~ —miró a la veintena de zombies babeando por carne fresca—quiero probar que tan buenos son los muertos vivientes del mundo material, espero que sean mejores que en las películas.

—Tú… —una gotita pasó por la sien de Kumiko—de verdad eres escalofriante.

—Dímelo a mí que lo tuve que seguir hasta aquí —masculló Jabú tras las espaldas de Zabatu.

El cara de zorro escrutó entre sus párpados a la niña que estaba frente a Kumiko.

— ¿Eres la reina zombie? —preguntó ingenuamente.

Kumiko y Jabú cayeron al estilo anime (¿?)

— ¡¿De dónde sacas eso?! —protestó Kumiko tras recuperarse.

—Viejo, creo que ves demasiadas películas de zombies —opinó Jabú negando con la cabeza.

—Lo dice el obseso por el cine norteamericano —puyó Kumiko.

— ¡¿Cómo que obseso?! ¡Soy solo un fan más!

—No soy yo —contestó Sadako callando la discusión de los otros dos—, es imposible llegar al rey.

Los tres se vieron confundidos de principio. Sadako añadió algo más:

—Y parece que acaban de interceptar a la última de su grupo.

Kumiko palideció, sabía a quien se refería la niña muerta.

Pero antes de siquiera intentar algo los zombies llegaron a ellos.

.-.-.-.

Qué fastidio, era la primera vez en su vida que lidiaba con un sueño tan pesado en el cuerpo. El aturdimiento estaba demorando en desaparecer, deh, y esa sensación floja en los hombros le molestaba. Estiró los brazos varias veces, y así ese estado no se esfumaba, como si siguiera en la duermevela.

— ¿Qué horas son…? —Se preguntó una soñolienta Trishe, que volteó al otro lado de la cama para encontrarse con un espacio vacío— ¿Kumiko?

Nadie le respondió.

Se talló los ojos con las manos hechas puñito. Soltó un bostezo y por fin cayó en la cuenta de que estaba sola, que de verdad, estaba sola.

No sentía la presión espiritual de ninguno de sus compañeros, ni Zabatu, ni Ken, no había nadie en el edificio.

O eso pensaba allí, paralizada en un lado de esa vieja cama.

—Mierda, esto no está bien —dijo en voz alta incorporándose dispuesta a ir en busca de sus colegas.

—No esta bien si se encuentra sola, señorita Matsumoto —susurró la fría y rasposa voz del anciano en su hombro.

Antes de que lograra volverse el sujeto le había inmovilizado ambos brazos con una llave, aplicando una fuerza imposible para un humano, y menos de su edad. La rubia escuchó crujir su hombro derecho al intentar oponer resistencia.

El maldito estado de duermevela no se desvanecía, y eso le parecía más que raro, casi como si hubiera ingerido alguna clase de droga… Trishe apretó los dientes y comenzó a dialogar antes de tomar cualquier otra reacción precipitada.

— ¿Quién o qué es usted? ¿Y que quiere? —siseó en tono desafiante.

—Ohohohoho~, trate de no enfadarse señorita, eso nunca le viene bien a las víctimas —aconsejó sarcásticamente el encargado. La palabra víctima solo sirvió de provocación en la rubia. —Parece ser que ha sido elegida por la suerte, sus compañeros han tomado caminos diferentes, y usted es la única que queda.

La última frase paralizó a Trishe, si eso era cierto, tendría sentido el porqué no sentía a nadie más en el edificio. Se mantuvo en silencio, y esa fue la señal que el encargado recibió en forma de victoria.

La rubia se mordió el labio inferior con tal fuerza que un hilito de sangre se deslizó hasta formar una gota que rompió en el suelo, si el encargado lo llegaba a notar, lo interpretaría como un síntoma de frustración en la chica.

El sabor metálico de su propia sangre fue lo último que percibió antes del impacto en su nuca que teñiría todo de negro.

.-.-.-.

Cuerpos descompuestos cortados por una katana, fue lo que encontró Ken Shiba al llegar cerca de la caravana, eso y a un Saevior fuera de su gigai portando su zanpakutou y blandiéndola para acabar con el último de los zombies.

—Ken —le vio Saevior al terminar con su tarea.

—Vaya, parece que han podido con ellos —dijo el Shiba, se fijó que Kokoa estaba aún en su gigai, pero tecleaba a velocidad increíble en su netbook, concentrada. Quería comentarle sobre la criaturita peluda que tenía en el regazo pero la voz de la chica le cortó.

—Tengo identificados a Kumiko, Zabatu y Jabú en el área este a la posada —informó y miró a Ken notablemente extrañada—y por alguna razón que no comprendo, Trishe permanece en el mismo punto en el que le dejamos, ahora parece que se mueve lentamente de su posición…

Ken adoptó una expresión desconcertada.

—Pero… mientras estaba en la posada no sentí a nadie más… todas sus presencias desaparecieron en un momento, supuse que se habrían movido —decía el peliblanco llevándose una mano preocupada a la cabeza—Oh no…

—Ese edificio tiene algo raro Ken —dijo Saevior acercándose—yo incluso desde aquí no puedo sentir la presencia de Trishe, solo la de los otros.

—Que están fuera del edificio —corroboró Kokoa terminando de presionar la tecla ‘Enter’—listo, ahora los demás podrán accionar el sistema de eyección sin problemas —miró a Ken—tú también puedes hacerlo ahora mismo Ken.

—Gracias, Kokoa san —agradeció, en un santiamén ya estaba desprendido de ese cuerpo artificial que se desplomó en el suelo inerte— ¿podrías indicarme de donde proviene la señal de Trishe san?

—Llévate este auricular y te iré informando —le extendió uno que Ken se colocó alrededor de la oreja—te iré dando las coordenadas desde aquí, y de paso, te iré informando de lo que sé sobre lo que está pasando en este pueblo.

El Shiba asintió y se desplazó veloz hacia el edificio.

.-.-.-.

Al despertar, se descubrió a sí misma sentada a una silla, atada con cadenas oxidadas pero que bien cumplían con su función de mantenerla quieta, sumado al estado de aturdimiento como si tuviera resaca. En silencio, dedicó una mirada desorientada a donde estaba, por el aspecto cuadrado de la habitación, supuso que todavía se encontraba en el edificio.

El dolor en la nuca vino como un coñazo, pero eso no le importó, tenía que descubrir que tanto sucedía allí, y principalmente, que se supone iba a pasarle.

—Ah, la señorita despertó —identificó la voz rasposa del encargado que venía de un lado de la habitación, que mirándola mejor, parecía un ático descuidado donde solo figuraba una pequeña ventana que estaba sellada. Menos mal no era claustrofóbica.

—Que bien, ya se me estaba abriendo el apetito —dijo otra voz que no conocía, que sonaba mucho más grave y casi espectral. Junto al encargado, había un anciano que se sostenía de un bastón con firmeza, vestía como el encargado, ropas del tiempo moderno.

Logró establecer las diferencias obvias, el encargado parecía más muerto que vivo en su aspecto, contrario al anciano que solo lucía pálido, pero conservaba el color carne de la piel. Ninguno de los dos tenía presión espiritual, ¿por qué?

—Bien, ¿no es esta la parte en la que te descubres como lo que sea que seas antes de pasar a la parte donde hago lo posible por oponer resistencia? —preguntó en un tonito irónico que le arrancó una carcajada hueca al anciano, que casi juraba iba a terminar en arcadas.

—Lamento faltar a los buenos modales, pero el hambre a veces nubla mi juicio —admitió disculpándose—, no es la primera vez que os veo a usted y a sus amigos, seguro que en esta oscuridad es difícil identificarme, pero soy quien os atrajo aquí.

Lo recordó de inmediato, ¡él era el viejo estafador!

—Creo que a juzgar por su expresión ya sabe quien soy —no esperó un asentimiento, y continuó—como iba diciendo, os atraje aquí con el propósito de alimentarme de vuestra energía espiritual, que por lo que huelo es mucha. Nunca había visto un grupo de personas con tales niveles de poder, aunque claro, para humanos comunes eso no salta en nada a la vista, seguro en su vida han visto fantasmas y […]

La cháchara explicativa le dio a entender a Trish algo importante, el sujeto no tenía ni la más pálida idea de con quienes estaba tratando, y eso era una ventaja. Permaneció en silencio expectante, dejando que el viejo soltara el rollo, así de paso ganaba tiempo.

—Yo soy una de esas personas que fue bendecida con un nivel por encima del promedio, pero para mantenerme con vida tuve que hacer sacrificios, ¡tuve que comerme a todo el pueblo! —Exclamó enfrascado en su propio relato—esto me condujo a experimentar con la animación de los cadáveres con la energía espiritual, y no tuve éxito sino hasta ahora… la época prometida de los muertos, lo que normalmente la gente llama Halloween.

Eso ya explicaba un par de cosas, pero todavía le quedaba algo sin comprender…

—De paso, los momentos en los que cada uno de ustedes fueron emboscados los tuve que planificar bien, eso implica tener un control sobre los nervios del cuerpo muy agudo —explicó, Trishe notaba que el hombre ya había perdido la perspectiva, como todo villano cliché que ya se cree vencedor.

—Entonces fue por eso que no pudimos sentir la presencia de ninguno de los otros, entiendo —musitó la voz de Ken que aparecía repentinamente en la habitación, cuando todos voltearon a verle este les saludó amablemente—. Hola.

— ¿Quién es…? —tartamudeó el encargado.

—Es el chico peliblanco pero… no parece corpóreo —dedujo el anciano del bastón.

—Ach, ¿qué rayos haces aquí, Ken? —le replicó una Trishe fastidiada que aparecía a su lado como si nada.

Al anciano que acababa de ver eso lo atacó la sorpresa, volteó a donde estaba la silla con el cuerpo dormido de la chica, y luego a ver a la misma chica junto al peliblanco de lentes, ambos llevaban la misma ropa de sus cuerpos, pero estaban fuera de ellos…

— ¿Cómo…?

—Creí que estabas en problemas Trishe san —dijo Ken más despreocupado de ver que estaba bien—todos nos asustamos cuando no pudimos sentir nuestros reiatsus respectivamente, pensamos que de verdad había pasado algo malo. Pude orientarme por las instrucciones de Kokoa san por este auricular y por el rastro de reiatsu que dejaste con tu sangre en la habitación —Ken miró al anciano—por lo que él acaba de decir, tiene un control sobre los nervios del cuerpo humano que incluso afectó al de nuestros gigais, por eso parecía que cada uno había desaparecido. Y parece también que él es el responsable de que existan los muertos vivientes.

—Pude darme cuenta de eso solita sin necesidad de que llegaras —se cruzó de brazos refunfuñando—solo me has fastidiado la broma.

—Ehehe, bueno —se rascó la nuca a modo de disculpa y volvió a ver al anciano—muchas gracias por habernos mostrado la realidad de los muertos vivientes, ha sido una experiencia interesante pero… tenemos que seguir con nuestro viaje y dado que sus intenciones no han sido las más amables, les pedimos que nos dejen marchar con tranquilidad.

—Y deje de jugar al villano de manga, abuelito —le sugirió la rubia colocando una mano encima de la tsuka de su katana—hay terrenos que no debería pisar alguien de su edad.

El anciano los contemplaba todavía boquiabierto, sin saber que decir o como reaccionar.

¿Quiénes eran esos jóvenes en realidad?

Probablemente nunca lo sabría.

.-.-.-.

Epílogo

La mañana del segundo de Noviembre, día de los muertos, amaneció perfectamente soleada en la carretera vía a Hollywood, con una soñolienta Trishe al volante mientras el resto todavía dormía.

Después de la madrugada del primero de Noviembre, el primer Halloween de los vizards fue celebrado como ninguno, con auténticos muertos vivientes, encargados misteriosos y Sadakos que cortan con el agua de pozo. Sin quejas al respecto de festejar la fecha en un futuro. Todos se divirtieron mucho cortando a los zombies en pedacitos.

Aunque claro, que Zabatu acabara quitándole el trono al “rey zombie” no estaba en los planes del todo, ahora tendría subordinados extra para las siguientes fechas de Halloween. Resumen, nadie supo como rayos el mellizo aprendió la técnica del viejo para controlar los nervios de los cadáveres con reiatsu, Kumiko aseguró que posiblemente era una forma de bakudoh que acababan de descubrir.

Kokoa logró reparar la batería, encontró los materiales necesarios gracias al taller de autos del pueblo, claro, con ayuda de ciertos muertos vivientes.

El conejo zombie se quedó con el grupo, para desdicha de Saevior y compañía. El canijo animal solo quiere a Kokoa, y al resto solo les quiere morder para absorber su energía espiritual. La manera de desaparecer la nueva mascota de Kokoa está en progreso, todavía.

Se supo que los zombies de ese pueblo no se alimentaban de carne y viseras como en las películas, sino de las partículas espirituales para mantener en funcionamiento el cerebro. Ken y Zabatu todavía sostienen la esperanza de ver auténticos muertos vivientes (uno por curiosidad y el otro por…)

Kumiko superó su miedo a Sadako, pero ahora le teme a la niña de la película el Grito.

Jabú está considerando hacer una campaña en contra del racismo a los negros en las películas de terror en cuanto llegue a Hollywood. A nadie del grupo le importa.

¿Y cuál es la moraleja general de este cuento, queridos lectores?

Os dejaré a vuestro criterio.

Glosario

*Jabú: Personaje original del fic introducido en la trama para rellenar el puesto número 7º de los vizards. Siento si no usé a los otros candidatos, pero me limité a emplear aquellos personajes que conocía más.

*Yamamura Sadako: La versión japonesa de Samara Morgan de la película “El Aro”, que por cierto es la original.

*The Ring: También conocida como El Círculo o El Aro, es la película donde figura Sadako/Samara.
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