El Inicio del Mundo
Muchos creen en la teoría del Big Bang, la explosión de la concentración de todas las moléculas y la conformación de estas en lo que hoy día conocemos como universo, planetas, estrellas, etc. Pero... ¿Y si el Big Bang sólo hubiera sido el nacimiento de un solo ser? ¿Y si el Big Bang no era más que la cáscara de huevo que con su eclosión dio nacimiento al ser supremo y el creador del universo? Esta historia relata otro punto de vista sobre la creación del universo, el origen, o el génesis; de muchas maneras ha sido llamado a lo largo de la historia.
Con el Big Bang se originó la creación de un solo ser; Signafer, la entidad más poderosa existente, el creador del todo y de la nada al mismo tiempo. Muchos creen que su existencia es mera leyenda, otros con una soberbia sin parangón creen que no puede existir un ser supremo con tantísimo poder y explican todo desde la ciencia. Creer esta historia o no es tu decisión, pero sin duda es la única explicación para el nacimiento de unos seres que rebasan los límites de la imaginación humana; los Inmortales.
Milenios atrás, en el comienzo del universo, Signafer creó las galaxias, los planetas, las estrellas, los soles, las lunas... Un oasis de vida y muerte en perfecta armonía que se extendía hasta alcanzar un tamaño prácticamente infinito.
Una de sus obras maestras, su creación perfecta, fue un planeta constituido por dos dimensiones paralelas
conocidas, Weyard y Gildoras. Dos dimensiones superpuestas, indivisibles pero al mismo tiempo independientes. Tras un par de siglos en los que dejó que las propias moléculas evolucionaran y crearan un entorno de vida y prosperidad en ambos mundos, dando con esto origen a la raza humana y a las diversas especies de animales, Signafer creó de su propia esencia espiritual, la esencia cósmica suprema, a sus propios hijos, como los guardianes del equilibrio para que aquella vida se mantuviese por siempre.
Seis fueron sus hijos, tres de ellos Arcángeles, Sedfriel, Gyanarsis y Tamsarok; el cuarto fue un Deva, Tao, el quinto un Dragnar, Krad, y por último el sexto un Ángel de la Muerte, Valgrand.
Signafer era una entidad de energía pura cuyas capacidades iban más allá de todo entendimiento por lo que cada uno de sus descendientes era distinto y tenía capacidades innatas distintas a las de sus hermanos. Estos seres fueron los primeros inmortales, los seres con la sangre sempiterna más pura.
Cuatro fueron enviados a gobernar Weyard:
Sedfriel el primero de los Arcángeles, era un joven justo y honorable que defendía sus ideales con fuerza y honestidad. Fue conocido como el defensor supremo del bien; y su prole nació fuerte y honorable, dando lugar a la sociedad de los “Ángeles blancos” en Valheim.
Gyanarsis el segundo de los Arcángeles, sin embargo era alguien sin tabúes, exploró la libertad en todas sus formas, sin ningún tipo de código ético, haciendo de la Lujuria, Avaricia, Gula, Soberbia, Ira, Pereza, y Envidia su forma de vivir. Tal fue su falta de respeto ante todo orden natural preestablecido por su padre Signafer, que su alma se corrompió y su cuerpo mutó, las blancas plumas que recubrían sus alas se pudrieron y cayeron, emergiendo de su espalda unas tétricas alas de piel negra (Como las de un muerciélago). Transformándose en un nuevo y maldito ser, completamente diferente a lo que fue antaño, convirtiéndose en el primer Demonio... En el primer Archidemonio. Más tarde creó su propia prole en Adräid.
Tamsarok el tercero de los Arcángeles era alguien ambicioso, aunque no era alguien malvado como Gyanarsis, ansiaba ser superior a todos sus hermanos, deseaba obtener más y más poder, y para ello exploró otra forma de pensar, otro poder que no se restringía por los tabúes de lo que estaba bien o estaba mal como la Luz, el poder de la Oscuridad. Tal fue su investigación de ese poder que este le consumió y las alas de blanco plumaje que se alzaban a su espalda se tiñeron negras como la noche, convirtiéndose así en el primero de la raza que más tarde sería conocida como los Ángeles Caídos. Sedfriel, su hermano no vio bien su nuevo poder y su manera de pensar y se distanciaron. Más tarde creó a su propia prole y se estableció con esta en Nerova.
Gyanarsis y Tamsarok decidieron que proteger a la raza humana y conservar la pureza del mundo era una tarea muy poco acorde con los poderes que tenían, su fuerza e inmortalidad sin límites estaba limitada por esos ridículos cánones que les había impuesto su padre, Signafer. Así que decidieron tomar el control del mundo y se revelaron contra el origen de toda esa pureza, Valheim y su hermano Sedfriel. Los tres hermanos se sumieron en una batalla de dimensiones épicas en la que gran parte de Weyard fue destruida, sus poderes eran muy superiores a los de los inmortales de la época actual, asimilándose prácticamente a los de un Dios. Además de esto eran indestructibles, no había forma de que fueran asesinados por lo que la batalla en la que se enzarzaron solo causó un mar de devastación y muerte por doquier.
Para detener aquella guerra sin sentido, el cuarto y más poderoso de los hermanos hizo acto de presencia en el campo de batalla que los inconscientes Sedfriel, Gyanarsis y Tamsarok habían creado. Valgrand el descendiente Ángel de la Muerte, un ser que defendía el equilibrio absoluto entre el bien y el mal, un ser que poseía los conocimientos de la sabiduría universal, y no sólo dedicada a un solo punto de vista como en el caso de la filosofía que seguían sus hermanos. Este con su supremo poder selló a sus tres hermanos en tres sarcófagos de piedra y los puso en letargo en el centro del planeta, donde el magma y el fuego gobiernan, protegidos por una barrera prácticamente indestructible. La razón por la que selló también a Sedfriel es porque sabía que la luz en ausencia de la oscuridad tiende a extenderse y a dominar todo; eso no era una buena opción si se quería proteger el equilibrio del mundo, todos debían ser tratados por igual para que así la neutralidad se conservara en su auge.
Después de esto creó a su propia prole, los Ángeles de la Muerte, que defenderían sus mismos ideales y controlarían que ninguno de los bandos, luz o oscuridad, erradicara al otro de manera definitiva. Tras esto se puso en letargo también a sí mismo junto a sus hermanos en el centro del planeta hasta el día de hoy.
Los dos descendientes de Signafer que fueron enviados a gobernar Gildoras fueron:
Tao el descendiente Deva, un inmortal que controlaba el dominio de los cinco elementos por igual y cuyo poder como el de sus demás hermanos se asemejaba al de un Dios.
Krad el descendiente Dragnar, un inmortal que poseía el control de la energía astral del universo con la que era capaz de originar agujeros negros, meteoros, explosiones estelares, control de la gravedad, etc.
Sin embargo no encontraron un mundo tan armonioso como el de sus hermanos de Weyard, sino más bien todo lo contrario. Cuando llegaron a Gildoras descubrieron que el brillo del sol no tocaba aquel planeta, y por su ausencia un mundo de muerte y desolación se había estado gestando desde que su padre lo creó. Un mundo en el que la oscuridad, el hielo, las tormentas, el fuego y magma del centro del planeta y la tierra árida y desértica gobernaban. En ese mundo apocalíptico se habían originado gigantescas criaturas que habían nacido junto a esos caóticos elementos, los Titanes, cinco seres que gobernaban con vehemencia y supremacía Gildoras.
Tao y Krad enfrentaron a esas cinco colosales criaturas y tras una batalla épica en la que Gildoras quedó prácticamente destruido consiguieron derrotar a los Titanes y sellarlos en una dimensión paralela, el “Tártaro”. Así fue como se inició una era de prosperidad y de vida para Gildoras, el sol volvió a bañar aquella tierra y la naturaleza, los animales y los humanos nacieron en aquel mundo que antaño sólo era muerte y desolación.
Tao formó su propia prole, los Deva en Exzélior. Una estirpe de seres elementales que usaban sus capacidades mágicas para su propia supervivencia.
Krad también formó su propia prole, los Dragnar, los cuales habitaban en Dragnalia. Su ideal más poderoso era el honor, el honor ante todo, eran luchador raudos, fuertes y sabios, pero ante todo eran honorables guerreros que seguían un código ético muy estricto sobre la lealtad y la unión.
No obstante, siglos después de que Tao y Krad se sumieran en letargo como sus otros hermanos, para dejar que su propia prole gobernara aquel mundo; una nueva amenaza se originó, los Asura, un grupo de seres que habían nacido en Ximnos, la ciudad de la oscuridad y se habían originado por la propia maldad y demencia de los humanos. Eran unos individuos cuya habilidad para causar la destrucción y la muerte era tal que podían competir en poder con los más poderosos inmortales. Tal era su sed de destrucción que rompieron el sello que mantenía presos a los Titanes en el tártaro y los dejaron volver a la vida en el nuevo Gildoras. No obstante el poder de los Titanes había decrecido mucho tras su tiempo encerrados en aquella pútrida dimensión; pero aun seguían teniendo un poder abrumador con el que más adelante se unirían en varias guerras con los Asuras contra los Deva y los Dragnar que les privaron de su libertad y les arrebataron su reino.